EL ÚLTIMO
TRUCO
Cierro mis dos manos,
miro la derecha, está insegura,
miro la izquierda, está nerviosa,
el sombrero está en el suelo,
desecho, cual sombrero de un mago,
cuyo truco falló,
soplo mi mano derecha,
sale revoloteando una polilla,
soplo mi mano izquierda,
no sale nada,
abro las dos manos,
palpando el horizonte;
la izquierda siente la brisa,
la derecha atrapa a la osa mayor,
una va rumbo al norte,
la otra avergonzada, recoge el sombrero.
Tal vez están disgustadas,
tal vez no se quieren hablar,
porque hago mis trucos
con la mano derecha
y mis fracasos los delego
a la mano izquierda,
más humilde y silenciosa.
Este último truco lo escribo
con mi mano izquierda,
que está nerviosa y suicida.
Este truco no tendrá pretensiones,
no soñará con resucitar a los muertos
o con revivir amores muertos.
Este truco consiste en
recoger el sombrero sin inmutarme,
mostrárselo a la noche, sola,
puesto que el público se fue,
y sacar dentro de él
el sol que está impetuoso,
sublime y clandestino
que hará de la noche, sola,
un día de nuevas esperanzas
y sueños renovados,
de muertos que se paran y caminan,
de pueblos que vienen hacia mí,
y lo más importante,
de tu mirada, que se acerca
y demuestra tenerme confianza,
de amores,
que reviven.
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